Estas palabras las escribo como homenaje al doctor
Miguel Ángel Candanedo. Un humanista a carta cabal. En una de sus últimas
intervenciones públicas, nos advirtió sobre la necesidad de una teoría acerca de
las Humanidades. Vamos a definir sucintamente estos dos conceptos: teoría y
Humanidades, para luego desplazarnos hacia la tradición y la cuestión de la
formación humanística integral, la sensibilidad ante el orden vigente y la
creatividad.
Conceptos claves
Una de nuestras dificultades en la formación
universitaria es la capacidad de pensar teóricamente. Definiciones de teoría
nos llevan a otras conceptualizaciones como “contemplación” o “aprehensión del
mundo”. Si no tenemos la agilidad de pensar teóricamente estaremos limitados.
Seremos de miras cortas. La teoría nos ayuda a contemplar y aprehender el mundo
más allá de nuestras narices.
Con respecto a las
Humanidades, la tradición nos remite al ideario civil, en particular de
Cicerón. Como señaló Quentin Skinner, “los estudios humanistas” ayudan a “la
mejor preparación para la vida política”. Ahora bien, no reduzcamos a la
política a la vil politiquería, aquí hacemos énfasis en la vida pública. Siguiendo
esta tradición, es “para servir bien a nuestro país”. De eso se trata. Si las personas hicieran
bien su trabajo, el país sería mejor. Pero si desestimamos una formación
humanística con ese fin, tendremos resultados contraproducentes para nuestro
bienestar, porque estaríamos formando para la barbarie, y tenemos que formar
para la vida.
Otro texto más reciente, me
refiero al libro de Martha Nussbaum Sin fines de lucro, nos va mostrando
la importancia de las Humanidades para la vida democrática y cómo esta alimenta
nuestra creatividad. Lo cual, según esta pensadora, nos ayuda a una mejor
relación con el mundo que nos rodea. Allí enlazamos con la contemplación y aprehensión.
Siempre hablamos de las dificultades para el pensamiento abstracto y la
comprensión lectora, pero ¿qué hacemos para subsanarlo?, ¿fomentamos la lectura
y el pensamiento crítico?. Creo que no hacemos lo suficiente.
Nuestra tradición
Necesitamos dar un golpe de timón en nuestra educación
en general. Las Humanidades juegan un papel fundamental en el desarrollo de una
conciencia crítica, pero para lograrlo, necesitamos cambios, tanto de forma
como de fondo. Ya no podemos seguir con el mismo contenido, ni aprender y enseñar
de la misma forma. La compleja realidad del mundo nos invita a reinventarnos.
Aquí, añadimos otro
componente, el de la sensibilidad. Las Humanidades nos ayudan a sensibilizarnos,
a conocer nuestro pasado e incluso plantearnos prospectivamente mejores
escenarios. Si somos socialconformistas como diría Marcos Roitman y no nos
comprometemos con el cambio social, todo seguirá igual, siendo este uno de los principales
problemas de nuestro tiempo.
En Panamá tenemos obras
monumentales. No habría espacio para mencionarlas a todas. Hay algunos hitos
bibliográficos que no podríamos dejar de mencionar. Me refiero a la
Biblioteca de la Nacionalidad, cuenta con treinta y dos volúmenes; y la Biblioteca
de la Cultura Panameña, con dieciséis tomos; la Nueva historia general
de Panamá. No quiero pasar por alto la Antología del pensamiento crítico
panameño contemporáneo y Las Humanidades en la Universidad de Panamá.
En estos libros participan gran parte de nuestra intelectualidad y podemos
hacernos una idea de nuestra tradición.
Estas obras nos ayudan a
conocer nuestra historia y cultura en general. En ellas se condensa nuestro
quehacer humanista. La formación en esa línea, indeleblemente, va forjando
nuestro carácter. Por eso, es importante una educación humanista e integral
para formarnos para la vida. Candanedo, a quien dedicamos estas líneas, siempre
confió en la juventud, así como lo hizo Salvador Allende en su momento. Es
nuestro deber no quedarle mal a esa mocedad sedienta de conocimientos y
experiencias liberadoras.
“Ideas en borrador”
En una de las últimas
intervenciones del doctor Candanedo, habló de la necesidad de una teoría acerca
de las Humanidades y, añadió que no hay necesariamente claridad conceptual al
respecto. Denominó a su intervención, “ideas en borrador”. Allí, hizo
referencia a la “riza cantarina” de los jóvenes de primer ingreso a la
Universidad. Recuerden cómo condenó la risa Jorge de Burgos en El nombre de
la Rosa de Umberto Eco, “como un viento diabólico”. Es propio de la
juventud la rebeldía y la alegría. La educación no puede ser una camisa de fuerza
para toda esa energía. La educación liberadora potencia esa energía.
El doctor Candanedo se hacía
la misma pregunta del doctor Diego Domínguez Caballero, ¿A qué se viene a la
Universidad?, nos dirá que, además de reírse cantarinamente, se viene a recibir
una formación integral. Vivir la Universidad, es debatir con los maestros y
liberar el furor bebiendo del elixir del conocimiento. El doctor Candanedo, desde
muy temprano, estuvo permanentemente preocupado por la epistemología y el materialismo
histórico. Precisamente, porque era consciente de que los estudiantes; por un lado,
necesitaban conocer sobre ciencia, pero también tener un compromiso con la
transformación de la sociedad. Lo que le preocupaba al maestro, era aquellas
juventudes indiferentes.
El doctor Candanedo hizo
referencia a la cuestión de la sensibilidad. Por ejemplo, nos habló de la
destrucción del medio ambiente. Si un estudiante universitario no se
sensibiliza ante el aumento de la huella ecológica y la disminución de la
biodiversidad no estamos haciendo bien nuestro trabajo en forjar una conciencia
crítica. En definitiva, y eso nos queda claro con lo planteado por el doctor
Candanedo, las Humanidades son para encender ese espíritu y formar en la sensibilidad
y, si no logramos ese objetivo, hemos fracasado como Universidad. Allí gravita su
importancia.
Desde una perspectiva
crematística propia de los sectores dominantes las Humanidades son inútiles,
porque según ellos, se debe educar para ser productivos. Pero una cosa no niega
la otra. Podemos ser productivos y también pensar críticamente y contemplar el
mundo de otra forma, no solo con los lentes del progreso capitalista. Uno de
los grandes desafíos que tenemos es insistir en esa otra educación, en que como
comunidad tengamos la capacidad de relacionarnos entre nosotros, la naturaleza
y las demás especies en “convivencialidad” como diría Ivan Illich, en la cual
las herramientas, también podríamos incluir a la tecnología, están al servicio
de la colectividad y no al revés.
En conclusión, las Humanidades
nos potencian el espíritu rebelde, de indagar y buscar cambios. En una reciente
investigación, de Russel Funk y Michael Park, publicada en la revista Nature,
señalan que, “la innovación disruptiva se estanca”, así se mantiene el statu
quo, por el modelo productivista, lo cual dificulta estar abiertos a “ideas
de distintos campos”; por eso resaltamos la importancia de la integralidad implícita
en las Humanidades. En fin, las Humanidades nos impulsan a crear un mundo donde
seamos más humanos ante el capitalismo salvaje que nos instrumentaliza. Como
diría el doctor Candanedo: “las Humanidades no son un adorno”.
Abdiel Rodríguez Reyes
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