Una cuestión de neurálgica importancia para la transformación política es la formación de cuadros políticos; los partidos, movimientos y sindicatos han relegado esto, con honrosas excepciones. En lugar de contar con un espacio permanente para la formación, los partidos políticos en particular concentran todos sus esfuerzos en ganar elecciones o urdir alianzas variopintas para lograr espacios. Es tan líquido nuestro sistema de partidos que todo se diluye. La mística partidista es un asunto del pasado. Insisto, con honrosas excepciones, las cuales confirman la regla: la banca rota de nuestro sistema de partidos y la desarticulación de los procesos organizativos. A pesar de este panorama poco alentador, no podemos colgar los guantes, pero tampoco se trata de un optimismo inocente de creer que las transformaciones están a la vuelta de la esquina y urge formar a los cuadros políticos para ese momento. No, de eso no se trata. Si pensamos en esos términos estamos equivocados