Una cuestión de neurálgica importancia para la transformación
política es la formación de cuadros políticos; los partidos, movimientos y
sindicatos han relegado esto, con honrosas excepciones. En lugar de contar con
un espacio permanente para la formación, los partidos políticos en particular
concentran todos sus esfuerzos en ganar elecciones o urdir alianzas variopintas
para lograr espacios. Es tan líquido nuestro sistema de partidos que todo se
diluye. La mística partidista es un asunto del pasado. Insisto, con honrosas
excepciones, las cuales confirman la regla: la banca rota de nuestro sistema de
partidos y la desarticulación de los procesos organizativos.
A pesar de
este panorama poco alentador, no podemos colgar los guantes, pero tampoco se
trata de un optimismo inocente de creer que las transformaciones están a la
vuelta de la esquina y urge formar a los cuadros políticos para ese momento.
No, de eso no se trata. Si pensamos en esos términos estamos equivocados. Sufrimos
de una patología social llamada cortoplacismo, queremos todo inmediato. Y,
tampoco se trata de un eterno Sísifo. Pero sí de formar a las gentes para la
política e incluso para la vida, para que sepa separar peras de manzanas, para
distinguir los intereses de clases y luchar por una vida digna.
La formación
de cuadros políticos es para ponerse los lentes como en la película They
Live y ver la ideología detrás de la propaganda. Además, la formación, como
su propio nombre lo indica, es sobre la “forma” la cual tiene su “efecto”. La
forma es el sujeto histórico; el efecto, la liberación de las ataduras de esta
sociedad capitalista. Es importante, además, formar para la autorealización del
sujeto y la potenciación de su ethos. La formación de cuadros políticos
no puede ser la unidimensionalidad.
El contenido
de esa formación es la Ética. Es decir, la formación en principios éticos, ante
el deterioro por un lado del sistema de partidos y, por otro, el relajamiento de
los procesos organizativos y formativos en general. Existen experiencias de
formación de cuadros políticos, por ende, no se trata de empezar de cero, sino
poner sobre la mesa la cuestión de la formación pensando en términos de mediana
duración, más allá de lo electoral. Así tendremos gentes capaces de asumir un
rol político revolucionario y no sumisos al orden vigente.
Abdiel Rodríguez Reyes

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