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Organizar la indignación (I)



En un contexto global, ya sabemos que estamos en medio de una pandemia (la covid-19) sin parangón en nuestra historia reciente y una guerra entre Rusia y Ucrania, la cual incrementó el precio de la gasolina y la incertidumbre en los mercados financieros internacionales. Si bien ambos hechos históricos afectan el discurrir de los países, tampoco puede ser la excusa eterna para tener en ascuas al país entero. La crisis actual del país no es solo el resultado de la falta de respuestas concretas y satisfactorias por parte del Gobierno, es la consecuencia de más de cuarenta años de políticas neoliberales y más de tres décadas de la hegemonía de partidos de derecha.   

A tres años del Gobierno del presidente Laurentino Cortizo, las cosas no pintan bien. Todo el país, de frontera a frontera, está en pie de lucha. Diversos sectores de la sociedad, como educadores, pescadores, camioneros, taxistas, buseros colegiales, sindicatos, pequeños productores, estudiantes, y cada día se suman más sectores, alzando su voz. Los motivos inmediatos: el alto costo de la gasolina, la canasta básica, y otro que últimamente aparece en el discurso de algunos funcionarios: ¡no hay presupuesto! Por otro lado, los problemas de fondo: la abultada deuda pública (más de cuarenta mil millones de dólares), las políticas neoliberales, las instituciones financieras internacionales y la hegemonía de este sistema de partidos de derecha como reflejo, entre otras cosas, de los intereses del “poder económico” que imposibilita reformas de fondo, como una reforma tributaria progresiva y la transición hacia una democracia participativa.  

Las intermitentes y constantes manifestaciones de diversos sectores sociales y populares coyunturalmente son más por falta de respuestas que por alguna acción en concreto del Gobierno. En otrora las luchas se articulaban contra alguna ley, reforma o medida, como las multitudinarias manifestaciones contra la reforma a la Caja de Seguro Social en el quinquenio de Martín Torrijos o la “Ley chorizo” de Ricardo Martinelli. Ahora es porque no están encontrando respuestas a las demandas que atosigan a la sociedad. Si algo caracteriza la administración del presidente Cortizo es la proliferación de diálogos como el del Bicentenario y el de la Caja de Seguro Social que, si tuvieron alguna buena intención, se diluyeron en el aire; además, mesas de alto nivel sin respuestas satisfactorias a estos sectores crispados. En ese sentido, no se trata de dialogar por dialogar, sino de encontrar respuestas factibles a demandas concretas. Es palpable un problema de factibilidad en estos ejercicios. Porque establecer un diálogo o mesa sin repuestas factibles y satisfactorias es una mera abstracción. La lectura que están haciendo estos sectores sociales y populares es que se trata de dilatar todo para no cambiar nada.

No se requiere de ninguna teoría sofisticada para entender lo que está pasando en el país. Los problemas saltan a la vista, la crisis está en curso, no empezó ayer, ni terminará mañana. Como ya hemos mencionado, existen problemas de fondo y también otros inmediatos como la falta de pago a algunos trabajadores del sector salud, la poca inversión en educación, incluso incumpliendo con el artículo 124 de la Ley 47 Orgánica de Educación que establece un presupuesto no menor del 6% del PIB; además, de la ineficiente recolección de la basura entre otros problemas. Lo cual demuestra, además, una limitación de agencia de algunos funcionarios quienes técnicamente no han realizado su trabajo. Esto ha minado al país entero, cada día se van sumando nuevos actores políticos. Por su carácter intermitente esto puede variar, pero en la coyuntura seguirán apareciendo más conatos de incendio tanto que la única forma del Gobierno para sofocarlos será la represión, ya que el diálogo no está funcionando.  

Si el Gobierno tiene una autoimagen de que sí está resolviendo los problemas y los funcionarios se la pasen dorando la píldora sin encararlos, empeorará la cuestión. En cambio, si aceptan como legítimas aquellas demandas de quienes protestan y actúan en función de su resolución, las cosas podrían mejorar. Pero la experiencia nos muestra lo contrario. Así que, lo único seguro será el aumento de la represión y los intentos de dilatar mediante diálogos abstrusos las diversas, intermitentes y constantes manifestaciones sociales y populares a lo largo de todo el país. Tampoco podemos pasar por alto el descontento de mayor arrastre de los movimientos sociales y populares orgánicos que no luchan solo en la coyuntura, sino contra la estructura misma neoliberal del Estado. Si ambas luchas se unieran en su diversidad sí pondrían en aprietos al Gobierno; pero aún no se ha logrado organizar la indignación en un solo frente.

Teniendo en cuenta lo señalado al inicio, a tres años del actual Gobierno, vemos muy difícil que la gestión restante satisfaga a la población, lejos de eso, lo que estamos presenciado es la caída de la popularidad del presidente Cortizo. En términos generales estamos ante una crisis estructural de nuestro sistema de partidos derechizado, que en lugar de resolverse puede restructurarse y seguir operando en función de sus intereses de clase. La experiencia regional, como los casos de Chile y Colombia, mostró que luego de multitudinarias manifestaciones, los movimientos sociales y populares en su diversidad, encontraron la unidad para contar con un candidato propio a las elecciones, saliendo victoriosos luego de largas décadas de neoliberalismo en ambos países. En ese escenario, el progresismo gana terreno y hace de la democracia algo más real como expresión de nuestras formas ideológicas.

Ante esta “situación chispeante”, como dice el dirigente Alfredo Graell de la Central Nacional de Trabajadores de Panamá, la vía es organizar la indignación, aprovechando la acumulación histórica y coyuntural, con miras a sentar las bases para un proyecto político alternativo. No es del interés del Gobierno resolver algunos problemas, ni siquiera están en su agenda. La tarea colectiva en lo táctico sería pensar en las próximas elecciones, y en lo estratégico en las profundas transformaciones que requiere el país.

Abdiel Rodríguez Reyes

 Organizar la indignación (I) en La Estrella de Panamá

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