El conocimiento enlatado es
como la risa enlatada. Es imitación. El conocimiento enlatado viene
preparado, no requiere cocción, está listo para comer, incluso ya está
masticado. En cambio, el conocimiento, (el de las ciencias y las humanidades), requiere esfuerzo, dedicación, creatividad,
esfuerzo e incluso formación propia.
No nos oponemos a la popularización del conocimiento a través de redes sociales
(podcast, blogs, IG, TikTok, etc.…) en particular, ni tampoco en los medios de
comunicación en general. Pero sí miramos con atención la simulación de algunos
contenidos de supuesto “conocimiento”.
Hay mucho material importante
de divulgación, solo pensemos en Carl Sagan con Cosmos: Un viaje
personal, José Pablo Feinmann con Filosofía aquí y ahora o
Fernando
Savater con La aventura del pensamiento. También hay cientos de científicos y profesores idóneos que
utilizan redes sociales para dar a conocer experimentos y explicar temas de
intereses.
Pero también encontramos mucho
conocimiento enlatado. El gran escritor italiano Umberto Eco era duro cuando
decía que las redes sociales “les dan espacio a legiones de idiotas”, pero lastimosamente es así. Ahora todo mundo es experto y erudito en
algún tema. Lo cierto es que se es libre de decir cualquier cosa (obviamente
sin discriminar o difamar) en cualquier medio, pero también somos libre de
separar el grano de la paja y dejar de consumir
conocimiento enlatado.
El riesgo está en que este
conocimiento en su falsificación hace ver como si fuera conocimiento. Hace poco
vi un video en que se hablaba de Sócrates y fechó su nacimiento varios siglos
después y llegaba a conclusiones a la cuales ni siquiera los
especialistas se atreverían afirmar.
El tema está en consumir
conocimiento enlatado como si fuera conocimiento. Si queremos tener
conocimiento, transitemos en esa dirección, pongámonos a trabajar, una sociedad
es plena cuando sus ciudadanos tienen conocimiento, saben pensar y ponen fin al
tutelaje de la simpleza. Esa es la ilustración de la que hablaba Kant, Sapere aude: Atrévete a
pensar, aún sigue vigente el lema de la ilustración.
El conocimiento enlatado nos
hace torpes, porque no nos esfuerza a pensar. Esta actividad humana no es
heredada. Por eso, hay que escolarizarse, educarse (para lo cual necesitamos
instituciones robustas) e incluso si uno es un genio, autoformarse, pero en
todos los casos, además del esfuerzo propio, se requieren condiciones materiales.
El conocimiento enlatado atenta contra el conocimiento, porque es fácil,
superfluo y frívolo.
Abdiel Rodríguez Reyes
Docente universitario
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