Luego de varios días de protesta social en Panamá, se
convidó a la Iglesia Católica para que fuese facilitadora del diálogo entre el
gobierno y los movimientos sociales, populares, campesinos y de pueblos indígenas.
Del acercamiento entre las partes, se estableció la mesa única de diálogo como
el mecanismo para lograr los consensos. Siendo el seguimiento de estos, uno de
los temas más importante tras las jornadas de lucha social en el mes de julio fundamentalmente.
Uno de los temas que ha
develado la mesa única de diálogo es la necesidad de acometer cambios o
reformas al modelo económico. Esto ha despertado a su vez, una campaña de
miedo, en contra de aquellas propuestas cuyo objetivo sea mejorar las
condiciones de vida de las personas excluidas del modelo económico neoliberal.
Esta campaña de miedo le quitó
la careta a quienes no toleran la pluralidad. Así, los grupos de poder
económicos y el gobierno, parecieran coincidir con esta misma campaña. El 8 de
agosto del presente año, el concepto “comunismo” era tendencia en Twitter, y no
necesariamente para definir o debatirlo, sino para estigmatizarlo. En esa misma
semana amaneció la ciudad de Panamá con pancartas que decían: “socialismo o
muerte”, esta campaña busca inocular el miedo en la población y no tolera el
pluralismo.
Las luchas llevadas a cabo por
los movimientos sociales, populares, campesinos y de pueblos indígenas,
aglutinados en las dos alianzas: la del Pueblo Unidos por la Vida, y la
Nacional por los Derechos de los Pueblos, e incluso los grupos indígenas en sus
respectivos bastiones de lucha, durante las últimas semanas, son por una vida
digna.
La agenda en la mesa única de
diálogo es la siguiente:
1. Rebaja
y congelamiento de la canasta básica sin afectar al productor nacional.
2. Rebaja
y congelamiento del precio del combustible.
3. Rebaja
y abastecimiento de medicamentos en la Caja de Seguro Social y Ministerio de
Salud, sin privatizar.
4. Cumplimiento
de la Ley del 6% del PIB, para educación.
5. Rebaja
de la energía.
6. Discusión
del tema de la Caja de Seguro Social.
7. Corrupción
y transparencia.
8. Mesa
intersectorial y de seguimiento.
Estos puntos evidencian una
agenda de mínimos y reformistas. Faltan temas neurálgicos como las políticas
del cuidado y una ecología política. Aun así, su cumplimiento sería un avance
en mejorar las condiciones de vida de las personas excluidas de este modelo
económico neoliberal. También indica que el neoliberalismo no da tregua para
una vida digna. La última no compagina con este modelo económico.
La política habitual de los
últimos treinta años en Panamá es en gran parte la reproducción de este modelo
económico. Muchos de nuestros derechos están siendo vulnerados cada vez que no
tenemos acceso al agua, o que una escuela no esté en buen estado, o cuando los
empresarios no pagan sus impuestos, el Estado está vulnerando nuestros
derechos. Y gobierno tras gobierno sigue este ciclo de inanidad. El
vicepresidente ha sido enfático al señalar que, “quienes quieren cambiar el
actual modelo enmarcado en la democracia, que esperen hasta las elecciones de
2024”. Una
misma comunidad política no podrá resolver los problemas. Por eso, cualquier
cambio presupone otra comunidad política, con principios éticos y no más de lo
mismo.
Las reivindicaciones puestas
sobre la mesa única de diálogo son legítimas y, si se implementaran
efectivamente, beneficiarían a amplios sectores excluidos de este modelo;
aunque el gobierno y los grupos de poder económicos se aferren a amilanar los
problemas o desenfocarlos. Pero llega un determinado momento en que los
pueblos, aún en su intermitencia, demuestran su malestar, como lo que ha
ocurrido estos últimos dos meses. Por más que los gobiernos hablen bien de sí
mismos, y los grupos de poder económicos quieran inocular el miedo, la historia
seguirá su curso.
Estos mismos movimientos y sectores
de la sociedad han puesto algo evidente sobre la mesa: las desigualdades entre
los que poco o nada tienen, y los que tienen todo y quieren más. La opulencia
de algunos, la carencia de muchos y, en el medio, una capa de profesionales con
poco margen de maniobra. Aunque este ciclo de lucha no logre los cambios
esperados, las jornadas de lucha sí lograron un grado mayor de conciencia
demostrando empíricamente la posibilidad de encarar al gobierno y desenmascarar
sus verdaderos intereses. El de mantener el estatus quo.
Como hemos constatado, las
reivindicaciones acotadas en los ocho puntos de la agenda de discusión son de
mínimos y de carácter reformista. Estas reivindicaciones no están pidiendo otra
cosa más que lo mínimo. Un aspecto central en la lucha es que se cumpla con
algunas leyes, como invertir el 6 % del Producto Interno Bruto en educación, la
prohibición de prácticas monopolísticas y, en fin, otras propuestas para
mejorar las condiciones de vida. Aun así, el gobierno no ha brindado respuestas
concretas, satisfactorias y medibles a corto plazo. Incluso sus medidas parecen
traídas de los cabellos, empeorando las cosas en algunos casos.
Algún vocero de los grupos de
poder económicos incluso llegó a decir que estos movimientos tienen de rodillas
al gobierno. Pero esa campaña en lo inmediato busca influenciar al gobierno
para que ni en lo mínimo ceda a estas reivindicaciones de carácter social. En
cambio, esas mismas medidas no tocan un ápice a los intereses crematísticos de
estos grupos de poder económicos. Incluso afectan a los pequeños empresarios.
No tenemos que ser tan
optimistas, ni tan pesimistas, con respecto a los resultados de la mesa. Ya la
campaña de miedo surtió sus efectos; si en el mes de julio los repertorios de
protesta tenían un alto porcentaje de aceptación, en agosto las cosas habían
cambiado (82% de los encuestados mencionó “no está de acuerdo” con los cierres
de calles y carreteras). Además, no hay certeza de que gobierno implemente de
forma eficiente los acuerdos. Todas las evidencias indican que los consensos se
postergarán todo lo posible. Téngase en cuenta que falta menos de dos años para
las próximas elecciones. Se perfila un abrumador panorama electoral, en el cual
incluso los mismos movimientos sociales y populares se tienen que preparar para
la contienda política en las urnas. Eso mermará la protesta social.
Por otro lado, los empresarios
aglutinados en la Gran Alianza Nacional por Panamá: “no reconocerán los
acuerdos establecidos” y, si le incluimos que las débiles instituciones no
tendrán la capacidad de hacerlos cumplir, contemplamos un panorama poco
alentador. Es más probable que sea de interés del Gobierno quedar bien con
estos sectores (incluso el presidente los invitó a la presidencia para reunirse
personalmente) que ceder ante la presión social, con este nivel de lucha en la
actualidad, respecto a los consensos de los ocho puntos establecidos en la mesa
única de diálogo. Este escenario puede cambiar precisamente por las elecciones
o porque la presión en las calles aumente. Pero ya el desgaste pasó factura.
Todos los
grupos, sectores y los movimientos, incluidos en la mesa, tienen intereses. El
interés de la Alianza Pueblo Unido por la Vida, la Alianza Nacional por los
Derechos del Pueblo Organizado y los bastiones de lucha de los pueblos
indígenas en puntos clave del territorio nacional es claro: mejorar las
condiciones de vida de las personas excluidas del modelo económico. En un
ejercicio de transparencia, el gobierno y la empresa privada, tienen que
expresar cuáles son los suyos y sus propuestas para solucionar los problemas, y
no solo decir que es “inviable” o “insostenible”. La empresa privada en
reiteradas ocasiones está hablando de la falta “rentabilidad”, lo cual es
legítimo, pero su rentabilidad no es sinónimo de la paz social para todos,
porque para la población no es rentable adquirir bienes y servicios a altos
costos.
En el 2018,
19.0 % de las personas es pobre multidimensional (según el Índice de Pobreza
Multidimensional). Para lo que va del año, según datos oficiales del Instituto
Nacional de Estadística y Censo, la informalidad está en 48.2 % y el desempleo
en un 9.9%. De poco nos sirve tener un Producto Interno Bruto porcentualmente
alto, si esto no se traduce en mejores condiciones de vida; aunado el expolio
de las arcas del Estado. A todas estas personas que están excluidas de ese
modelo económico no les podemos pedir que estén contentas. Como ya hemos dicho,
el pueblo no es tonto. El Gobierno está buscando la desestabilización de la
mesa a través del desgaste y la dilatación de esta.
Además de
los consensos de la mesa única de diálogo, es imperativo la cuestión de la
implementación de los acuerdos, lo que vuelve fundamental reglamentar el último
de los puntos: la mesa de seguimiento. Esto último no puede traducirse en
abandonar la protesta social; la mesa junto a la presión social representa el
mecanismo para lograr avances en el cumplimiento de los consensos de los ocho
puntos.
Ya estamos atestiguando el
sabotaje tanto del gobierno como de la empresa privada. Urge plantearse un
proyecto político en común para diseñar alternativas a este modelo económico
excluyente que no es compatible con una vida digna.
Impera la necesidad de un nuevo pacto social
en que el bienestar y la vida digna sea el contenido de la discusión. Ya hemos
constatado la falta de voluntad del gobierno de acometer los cambios, también
la hegemonía de los intereses crematísticos de los grupos de poder económicos,
como su poca o nula tolerancia a la pluralidad, demostrando el rostro hasta
este momento oculto, no solo de la derecha, sino de su extrema postura. En
medio de todo esto, no perdamos la esperanza colectiva de ¡un país mejor es posible!
Abdiel Rodríguez Reyes
¿Qué sigue tras los consensos de la mesa única de diálogo? en Bayano Digital
Comentarios
Publicar un comentario