El movimiento social, popular, campesino y de pueblos indígenas
logró sentar al Gobierno en una mesa única de diálogo (MUD) facilitada por la
Arquidiócesis de Panamá. En un hecho inédito en nuestra historia reciente,
amplios sectores de la sociedad, diversos entre sí, lograron instituir una
misma mesa en condiciones similares con el Gobierno para encontrar soluciones a
las necesidades de la población: como la alimentación, el precio de algunos
servicios, mejoras en la educación y la accesibilidad a medicamentos. Esta MUD
como todo lo conseguido en ella, me refiero a los consensos, es un logro del
movimiento social, popular, campesino y de pueblos indígenas. Por cuenta propia,
el Gobierno no se hubiese sentado cara a cara con el pueblo, ni brindado
respuestas a las reivindicaciones. Los gobiernos sencillamente tienen sus
agendas y cada cinco años instrumentalizan la democracia. Hemos llegado a un
punto de inflexión en la lucha. El pueblo en su astucia ya dejó de creer en el modelo
neoliberal, instaurado hace más de cuatro décadas, y en el sistema de partidos
impuesto por la invasión estadounidense en 1989. En un reciente artículo, Claire
Nevache del Centro Internacional de Estudios Políticos y Sociales, habló de
“las cinco crisis de Panamá”, una de ellas es la “crisis de representatividad y
de confianza”; así que, no es de sorprender la indignación generalizada de la
gente en las calles, simplemente porque no confían en quienes gobiernan.
El 19 de julio del 2022 la vía
interamericana a la altura de Veraguas estuvo en llamas por varias horas. Hubo
una insurrección momentáneamente. El presidente de la República habló dos días
después en Coclé, pero no dio mayores detalles, solo que delegaba un equipo del
Gobierno para la negociación en el Centro Cristo Sembrador en Penonomé; coordinada
por el vicepresidente desde el Hotel Coclé. El 21 de julio inició la MUD, luego
de dos intentos infructuosos de diálogo, el de Chiriquí y Veraguas. Los temas
prioritarios de la MUD son: “1, rebaja y congelamiento de la canasta básica sin
afectar al productor nacional 2, rebaja y congelamiento del precio del
combustible 3, rebaja y abastecimiento de medicamentos en CSS y MINSA, sin
privatizar 4, se cumpla con la Ley del 6% del PIB, para educación 5, rebaja de
la energía 6, discusión del tema de la CSS 7, corrupción y transparencia 8,
mesa intersectorial y de seguimiento”. Estos puntos supondrían mejores
condiciones de vida para toda la población. Si escuchamos las discusiones de la
MUD, vemos cómo les cuesta a los negociadores hacerlo. Lo hacen por la presión
y no por voluntad propia. Por eso, cuando hablan de “la voluntad del Gobierno
Nacional” de “solucionar los problemas” están haciendo una abstracción, porque
realmente no es su voluntad, es por la presión de los movimientos sociales,
populares, campesinos y de pueblos indígenas. La cual explica la poca confianza
en el sistema de partidos y la necesidad de democratizar la democracia, porque,
así tal cual está, no responde a los intereses de las mayorías.
Es natural que los empresarios
velen por sus intereses crematísticos. No podría ser de otra forma. Sin
embargo, algunos funcionarios, empresarios, analistas y periodistas no solo hacen
lo que les es natural. Además, parece que aún están en la guerra fría. Mientras
en la MUD se está sustentando técnicamente la necesidad de crear las
condiciones para el acceso a mejores condiciones de vida, algunos quieren
inocular miedo en la población. Esos mismos voceros reproducen un discurso ideológico,
con esto quiero decir que reproducen las ideas dominantes de los sectores
dominantes. Según sus propios comunicados y vocerías, sus intereses son “la
libre empresa”, “el libre tránsito”, “apertura inmediata como base para el diálogo”,
“apertura de vías” y “eliminar los cierres”, estas son las preocupaciones del
sector empresarial y también en menor medida, señalan la necesidad de un “diálogo
transparente” y “establecer mecanismos que garanticen los compromisos que
adopten sean viables, medibles y lo más importante que se cumplan”. No hablan
de la millonaria evasión fiscal, ni de los altos márgenes de ganancia. También constatamos
un discurso propio de la guerra fría, como “el neocomunismo que una minoría
quiere imponer” e, incluso, “todos los comunistas deben ser inhabilitados”. Descalifican
a quienes piensan distinto, adjetivando y sin brindar ninguna explicación
objetiva de lo que está pasando y mucho menos soluciones concretas. Es
importante señalarle a quienes promueven la guerra fría, que la intervención
del Estado es una propuesta keynesiana y no necesariamente comunista. Quienes
están sentados en la mesa del movimiento social, popular, campesino y de pueblos
indígenas sí quieren algo: ¡mejores condiciones de vida!
Por otro lado, se habla de
sacrificio. Que cada uno tiene que poner su cuota de sacrificio. ¿Qué es un
sacrificio? Algunas acepciones señalan que es “ofrenda a una deidad”, “matanza
de personas”, “acto de abnegación…por amor”; ahora bien, ¿cómo interpretamos esto?.
¿Quién tiene que sacrificarse?. El pueblo está cansado de sacrificarse, es más,
ya no tiene qué sacrificar y, por eso, está en las calles. Quienes hoy están en
MUD no le están pidiendo ningún sacrificio a nadie, le están pidiendo al
Gobierno que haga su trabajo: recaudar los impuestos transparentemente y hacer
una mejor inversión social para mejorar las condiciones de vida de la población.
Parece reinar en algunos funcionarios, empresarios, analistas y periodistas, lo
señalado por Franz Hinkelammert, el “fetiche de la sacralización del mercado”.
Es decir, tenemos que sacrificarnos para darle vida al mercado.
Olmedo Beluche, en un reciente
artículo con atino, señaló los problemas estructurales de la crisis del país.
Maribel Gordon en la MUD aportó también en esa dirección, preguntó por si el
Gobierno quiere solucionar las causas o los efectos de los problemas. Allí está
el núcleo del asunto. Obviamente el Gobierno, en el mejor de los casos, quiere
atender los efectos. Al movimiento social y popular les corresponderá
plantearse una agenda política para discutir sobre las causas, este movimiento
está en todo su derecho, y además es su responsabilidad histórica hacerlo.
Democratizar la democracia es eso, no la caricatura de democracia que tenemos
funcional a los intereses del establishment. En el cual solo un grupito decide
por los millones de panameños y panameñas como se deben distribuir nuestros
recursos. Estamos ante un punto de inflexión en la lucha, ya el hecho de sentar
al Gobierno en una misma mesa, en condiciones similares, ya es un triunfo del
movimiento social, popular, campesino y de los grupos indígenas. Las lecciones
inmediatas hasta el momento son claras, unidos son más fuertes, y para alcanzar
mayores reivindicaciones se requiere de un programa político en común. Como dice
Maquiavelo en los Discursos sobre la primera década de Tito Livio, no
prestemos atención a los tumultos, sino a los resultados de estos.
Abdiel
Rodríguez Reyes

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