Para que un diálogo funcione debe
incluirse a la mayor cantidad de partes interesadas. También se necesita
simetría, inteligibilidad y veracidad. Es decir, igualdad de condiciones, un
lenguaje técnico, entendible cuyo contenido discursivo sea veraz. Estas son las
condiciones mínimas para el funcionamiento del diálogo. Enunciar una supuesta
solución, no es la solución. Para su efectividad necesitamos medir sus efectos
a corto plazo dado la inminente afección, en este caso, por los altos costos
del precio de la gasolina y la canasta básica.
En términos generales ya no hay
confianza ni tolerancia respecto al Gobierno, y en particular en los diálogos,
mesas etc... Los antecedentes inmediatos (CSS y Colón) muestran la poca
efectividad de estos. Las actuales circunstancias requieren de respuestas
concretas, factibles, satisfactorias y cuantificables a corto plazo. El pueblo
en general tiene un mismo objetivo en común: bajar los precios de combustible y
la canasta básica; pero esta lucha no sólo es por eso, también es por la vida.
Los movimientos sociales y
populares tienen esto claro y por eso sus demandas van más allá de ese objetivo
específico. Mientras más el Gobierno dilate respuestas concretas, factibles,
satisfactorias y medibles a corto plazo; no sólo más sectores, en más lugares
se sumarán, sino que también más demandas.
La solución parcial es bajar el
precio del combustible y la canasta básica; pero esa no es la solución integral,
ya que si le quitan un impuesto para dárselo a otro rubro de igual forma se
vería afectada la población, o si piden un préstamo, tendríamos que pagarlo en
algún momento. Una solución integral implica otros factores de mayor alcance,
como un impuesto progresivo a las excesivas ganancias, la transparencia fiscal y
frenar la corrupción.
Otro aspecto fundamental es saber dónde están nuestros recursos, esa pregunta se la hacía Juana Camargo, y Maribel Gordon llamaba a un debate público sobre propuestas concretas más allá de las recetas neoliberales. Todos estos aspectos nos conducen a plantearnos lo siguiente: un país mejor es posible si organizamos la indignación.
Abdiel Rodríguez Reyes
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