La pandemia
no trajo los problemas, ya los teníamos y se agravaron. Producto de años de
políticas neoliberales, corrupción e ineficiente gestión, vimos acaecer
nuestros servicios públicos, en particular fuimos testigos de la saturación hospitalaria
y todavía no acaba la pandemia. Ahora nos explotan otros problemas de largo
arrastre. Por ejemplo: la necesidad de una nueva Constitución y el diálogo por
la Caja de Seguro Social (CSS). De fondo tenemos el contexto histórico del
Bicentenario de la Independencia de Panamá de España.
Este
panorama nos invita a pensar en los urgentes cambios inevitables que el país
necesita. Una cuestión general subyacente es la seguridad social. ¿Qué
entendemos por seguridad social?, podríamos sintetizarlo como la protección que
una sociedad necesita para su atención de salud, ingresos y en general una vida
digna. Los gobiernos cumplen ese objetivo en la medida que encaminan sus
acciones para su factibilidad.
No hay duda de
que los políticos y partidos tradicionales están en una difícil situación de
credibilidad y urgen cambios. Los mismos no se hacen con la misma comunidad
política. Los sectores críticos de la sociedad (los movimientos sociales y
populares) como comunidad política alternativa fragmentada tampoco suponen una
solución. La necesidad de la unidad es imprescindible para los cambios desde el
poder constituyente como potencia para los cambios; el orden constituido quiere
mantener todo igual e incluso reforzar sus privilegios.
Una nueva
Constitución con seguridad social como eje central, resolvería el problema
político de la CSS y otros problemas, aunque además tendría que atenderse la dimensión
técnica de los mismos. El problema es abanderizar los problemas, aunque tampoco
se trata de desligar la política en buen sentido con la técnica.
Una nueva
Constitución por sí sola no resuelve el problema, también es necesario una
nueva cultura política preocupada por una vida digna; en ese sentido, la seguridad
social es fundamental para ello. Una Constitución expresa los intereses de los
sectores más organizados de una sociedad. En esta coyuntura es palpable la
fragmentación de los movimientos sociales y populares; en cambio, los otros
sectores de la sociedad (los grupos empresariales fundamentalmente) están más
cohesionados y aspiran reformas adecuadas a sus intereses.
Si vamos a
proponer una nueva Constitución, será para una seguridad social más robusta y
eficiente que la actual, ampliando nuestros derechos, económicos, sociales y
culturales, no solo para enmendar parcialmente los entuertos de la actual. Ese
es uno de los cambios que nos urge.

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