Como dice Raúl Fornet-Bethancourt, Franz Hinkelammert
no necesita presentación en Abya Yala. Economista, teólogo, gran lector
de Karl Marx y Walter Benjamin. Nos saltamos esa parte para mencionar aspectos relevantes de su obra pertinentes en nuestro presente pandémico. Ahora mismo el acecho del mercado neoliberal aumentó,
el cual invade todos los ámbitos de nuestras vidas. Por ejemplo, si no tienes
dinero para pagar una atención médica privada y la pública está saturada por la
pandemia, lo más probable es que mueras ante una eventual complicación.
Hinkelammert
acaba de cumplir noventa años. Reflexionó sobre temas diversos, desde el
desarrollo desigual, la deuda externa, la crítica de la razón moderna hasta la espiritualidad de la liberación. Insistió en la importancia de sobreponer al ser
humano sobre el mercado neoliberal. ¿Qué es más importante? Sin duda, la vida.
Sin embargo, todos queremos un trabajo y este solo lo tenemos a través de la
explotación de nuestra fuerza de trabajo por parte de un capitalista. También debemos
tener en cuenta que la pandemia no terminará con el capitalista, como dijo el sociólogo
panameño Marco Gandásegui antes de morir en uno de sus últimos artículos. Lo
que cambiará a la sociedad, será la organización de los oprimidos y un “humanismo
sentimental”.
La piedra angular del
pensamiento de Hinkelammert es la “primacía del ser humano”, (véase: Totalitarismo
del mercado. El mercado capitalista como ser supremo, Akal, 2018) y desde
una “praxis humanista […] romper con las relaciones en que el ser humano es
despreciado”. Aunado a una crítica de la realidad, en particular de la economía
nacional, profundamente capitalista y neoliberal. Hinkelammert lo ve como un “sistema
asesino”, así se da un “vaciamiento” de los “derechos humanos”, de la “democracia”,
por una sociedad fetichizada por el mercado neoliberal. Siguió a Marx en cuanto
su crítica al “carácter fetichista del mundo de las mercancías” (véase: El
Capital, Libro primero, Vol.1)
Esto lo podríamos interpretar
con el propio Hinkelammert como “suicidio colectivo” (véase: Solidaridad o
suicidio colectivo, ARLEKÍN, 2015), ¿qué alternativas nos quedan? La respuesta
es solidaridad, debemos diseñar una sociedad solidaria y en plenitud. La “plenitud
es posible, porque es posible que todos tengan lo suficiente”, el problema no
es la escasez, son las desigualdades de este orden vigente, por eso, es
inevitable romper con esas relaciones que desprecian al ser humano si queremos subsistir
como especie. En los últimos años Hinkelammert viene bregando sobre estas ideas.
Son noventa años de vida; cincuenta años de una producción teórica formidable
lo encumbran como uno de los grandes pensadores críticos de nuestro tiempo.
He leído algunas obras de Frsnza quie conozco personalmente y he tenido la oportunidad de escuchelo dando clases en el DEI y es un excelente maestro. Es muy claro compartiendo los conceptos que elabora.
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